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El lenguaje nos transforma

El lenguaje nos transforma

Colaborar, una palabra que nos involucra a todos.

La evolución de las palabras que usamos se basa en cambios de comportamiento y en cambios culturales. Un ejemplo que coincide con nuestro rubro de interés, es el del término colaborador ¿En qué momento empezamos a emplearlo y por qué?

Esta transformación ha tomado muchos años, y aunque es una denominación complicada, creemos que es tiempo de empezar a utilizar un concepto que represente mejor la forma en la que buscamos trabajar. Cuando empleamos el término de la forma correcta, estamos reconociendo el valor de las personas y la dependencia que existe entre la organización y su gente para alcanzar el éxito.  Por el contrario, cuando se hace un uso erróneo del concepto, este termina siendo un eufemismo para que las  mismas justifiquen sobreexigir al empleado, cayendo en clichés como “dar la milla extra” y “ser camiseta”, pero sin recibir nada a cambio. Y ese es el momento cuando nos damos cuenta que ninguna de las dos partes entendió qué es trabajar bien. (Aquí te explicamos lo que significa para nosotros).

Toda empresa se encuentra en la obligación de dar una remuneración monetaria y de otorgar todos los derechos laborales a quien  desempeñe una función dentro de una organización. En retorno está el compromiso de los colaboradores, demostrado en sus acciones. Y aunque el incentivo económico no es lo único para gatillar ese compromiso, no deja de ser una de las bases para alcanzar el bien-estar desde el trabajo. 

Ahora sí. Comenzamos este artículo diciendo que el lenguaje cambia cuando la realidad se transforma. Entonces, pensemos en nuestra realidad: 

Estamos viviendo una de las pandemias más grandes de la historia. Pero, ¿de dónde viene esa palabra y por qué es relevante ahora?

La palabra “pandemia” proviene del griego “pandemos”, donde Pan significa todos y Demos significa población. Algunos filósofos griegos la usaban como adjetivo para referirse a “lo público” o a “lo que concierne a toda la gente” ¿Lo ven?  Este es otro ejemplo más de cómo el lenguaje describe bastante lo que estamos viviendo. Pandemia:  lo que nos concierne a todos ¡Y cómo no! si estamos frente a una crisis que afecta al mundo entero. Lo cual nos hace pensar en la necesidad que existe de actuar en colectivo y de emplear términos que hagan referencia a ello, ya que en esta ocasión, estamos todos involucrados (estamos todos expuestos).

Ya en un artículo anterior decíamos que colaborador es aquel que contribuye y coopera junto a otras personas hacia un mismo objetivo y por eso, en medio de una pandemia, definitivamente creemos que el mundo necesita de eso, de colaboradores. 

Tampoco estamos descubriendo la pólvora. La tendencia hacia la colaboración no es del todo nueva. En esta última década hemos visto cómo progresivamente las empresas, dejan de fomentar el espíritu de la competencia individual, para impulsar el trabajo en equipo. Y hemos visto los resultados positivos de estas prácticas. 

Esto se debe a que la palabra trabajo tiene un aspecto limitante que la palabra colaboración no tiene. Con el tiempo nos fuimos dando cuenta que trabajar (el concepto) tiene que ver menos con las tareas que hacemos y más con el impacto que generamos en los demás y en la satisfacción que nos produce a nosotros. Y eso es lo que impulsa su resignificado.

Seamos aún más claros:

Tomemos el ejemplo de Barry Schwartz sobre los conserjes de un hospital.

A primera vista, la descripción de su trabajo es sencilla. Está lleno de tareas como: barrer,  vaciar la basura, lustrar los pisos. Ninguna de las cosas de la lista involucra a otros seres humanos – hasta podríamos pensar que una máquina podría perfectamente reemplazar lo que hacen.

Sin embargo, Schwartz después de entrevistarlos concluye que ellos sí sentían que sus trabajos giraban en torno a las personas. Encontró, por ejemplo, que “David dejó de aspirar el piso de la sala de visitas a la hora que le tocaba, porque reconoció a algunos visitantes que pasaron toda la noche y que en ese momento estaban durmiendo una siesta”. Y es que comportamientos como este hacen que la gente se sienta mejor. David, no solo ayudó a disminuir el estrés y el cansancio de las familias que acompañaban al interno, sino que indirectamente también contribuyó a la calidad y la estadía de ese paciente.

Si hay algo que la pandemia nos ha enseñado, es el poder que tiene actuar en colectivo, tanto dentro y fuera del trabajo.

Seguir hablando de trabajadores, implica entender a los trabajos como una lista de tareas que cualquiera podría realizar. Mientras que al hablar de colaboradores prestamos atención a lo que impulsa a la gente a trabajar. Un trabajo no es una descripción de un puesto, es la esencia que nos moviliza a hacerlo y que en muchos casos, va más allá de uno mismo. De hecho un estudio realizado por CultureAmp encontró  que el 96% de las personas que se encuentran felices y satisfechas con sus empresas siempre hacen mención a su relación con otros miembros y la forma que colaboran en conjunto.

Colaborador es aquel que piensa en colectivo, y ese es el comportamiento que debemos fomentar dentro y fuera de nuestras oficinas. El mundo necesita que trabajemos en equipo, porque si queremos superar esta crisis debemos comenzar por pensar en los demás, pues no basta con uno mismo para eliminar el COVID. Como tampoco nuestras empresas pueden recuperarse si actuamos individualmente. Las empresas que entiendan esto y lo utilicen como el centro de sus estrategias, creando espacios que fomenten la colaboración, estarán más preparadas no solo para mejorar nuestra realidad, sino para transformarla y moldear  el futuro del trabajo también. Y todo comienza con el uso correcto del lenguaje.

Mariajose Domenack 29, Mayo del 2020
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